jueves, 8 de enero de 2009

El Regreso a mi hogar




El regreso a mi hogar

Pocas veces una persona tiene la oportunidad de volver a la casa de su infancia y rememorar tiempos pasados. En este relato mi abuela regresa a la casa de sus padres, la que encuentra intacta después de casi noventa y siete años. Yo imagino sus comentarios...

Ya estamos en Barracas y falta poco para llegar a Patagones 539 entre Bolívar y Perú. La calle ya no se llama así claro, ahora le cambiaron el nombre por Finocchieto. El tiempo parece haberse detenido en estos casi noventa y siete años. Todo está igual o casi igual. ¿Quién vivirá ahora allí?
Mi hijo Ricardo estaciona el coche para ayudarme a bajar. Yo todavía puedo caminar, aunque despacio, con la ayuda de mi bastón. Me voy acercando al imponente portón de hierro y allí está detrás del jardín, todavía elegante, señorial, tal como el día que la dejé, la casa en donde me crié y viví hasta los quince años.
Se agolpan en la memoria muchísimos recuerdos. Mi infancia, los albores de mi adolescencia... la última vez que estuve allí.
Son demasiado fuertes las emociones que me invaden y prefiero el silencio, me da pudor llorar.

Tengo cuatro hijos, catorce nietos y veinticinco bisnietos. Me quedan dos nietos por casar, el mayor tiene fecha y la más chica amenaza con no darme ningún bisnieto, esta noticia me dejó un poco inquieta. ¿Por qué no se querrá casar? Yo estuve casada con Holo 60 años y fui muy feliz.

De chica se me perforó el tímpano de un oído y he perdido gran parte de la vista de manera que para mantenerme actualizada escucho la radio y veo las noticias de las 7 de la noche. Me gusta el tango, mis favoritos son Malena y Confesión. Lo escucho por radio AM o pongo el disco que grabó mi hijo.
Mis hijos y algunos nietos me visitan en días fijos, así siempre estoy acompañada. Cuando no vienen me llaman por teléfono.
Hago bicicleta fija todos los días y no me canso. Los domingos voy a misa y por las noches antes de dormir rezo el rosario. Tengo muy buena salud para mi edad. La mujer de mi nieto me ha preguntado cuales son las cosas que me dan paz y alegría en la vida y le he contestado; “que se acuerden de mí y me visiten”. Los domingos es el mejor día. En casa sirvo el té a las cinco de la tarde. Tomo una sola taza de té, con una cucharadita de leche y cuatro pastillitas edulcorantes, porque a mi edad ya se pierde un poco el sentido del gusto y necesito endulzar más el te que de costumbre. Siempre hay sandwichitos listos para aquel que me venga a visitar.

Recuerdo bien las dos plantas de mi casa. ¡Qué casa tan linda!, todavía conserva parte de su apostura, a pesar de las plantas y el pasto de la entrada, un tanto descuidados. En el techo, se adivina la azotea. Allí teníamos el lavadero. Papá tenía dos pasatiempos; la carpintería y la fotografía. Yo aprendí a revelar fotos y lo ayudaba en el cuartito oscuro.

Cerca de casa, la estación Constitución a la que llegábamos a veces a pie, otras en coche tirado a caballo.
De allí ibamos con frecuencia a Quilmes a visitar a mi abuelo: “Gran Papá” a su quinta “Edelweiss”, (hoy lindero a la Cervecería Quilmes) una casa sencilla con unos parques majestuosos, con esculturas de mármol de Carrara, deben haber necesitado una cuadrilla de jardineros para mantenerlo.
Otras veces visitábamos a mi abuela Camila en el “Palacio Cichero” en La Boca porque a pesar de que ellos estaban casados y habían tenido quince hijos, vivían separados (no sabemos porqué ya que estas cosas no se preguntaban en mi época).
Una casa impresionante...con diez salones ¡solamente para recepción!, veinte habitaciones, caballerizas, la torre a la que se subía por esa escalera de caracol de hierro fundido...la casa que se construyó en 1889 con una historia muy particular pero no me quiero ir por las ramas...
Con mis padres viví en dos casas más, Gallo 1611 en ochava que es hoy una panadería, y la casa de Anchorena 1810 donde se hizo la fiesta de mi casamiento y donde desapareció misteriosamente nuestro mucamo japonés; un buen día lo llamamos como de costumbre y no contestaba hasta que a alguien se le ocurrió ir a su habitación donde lo encontraron sin vida...nunca supimos lo que le pasó.

Pero me fui por las ramas...A mis padres no les gustaba ofrecer fiestas. Yo fui siempre un poco tímida, tampoco me gustan las fiestas ni me gusta ser centro de atención, aunque bajo la guardia el día de mi cumpleaños y permito que me festeje toda la familia que es cada vez más numerosa.


Cerca de casa está todavía el parque Lezama. Allí nos sorprendió la primera nevada invernal de 1918. Todavía conservo la fotografía. Lástima que nadie se acordó de sacarme a la plaza con una cámara en esta última nevada, ochenta y ocho años después para comparar fotografías y mostrárselas a mis bisnietos.

Me acerco a la entrada, no quiero parecer una intrusa, me tomo de la reja para ver cada detalle de cerca, ¿qué pensarán los dueños si descubren a esta vieja espiando? ¿Se acordará la casa de mí? patios y jardines donde retocé, flores que arranqué de tu jardín, soles, lluvias e inviernos que acompañaron mi niñez, acá estoy, ¡soy yo!, la misma Elena, un poquito más arrugada, un tanto encorvada, el pelo plateado, los ojos tercos que sin embargo no tardan en reconocer tu fachada... ¿te acuerdas tú de mi?, he regresado...
Y si en un descuido tocara el timbre podrían salir por la puerta mi niñez tomada de la mano de mi madre, o mi padre, algún hermano, tal vez mi niñera...o Brujo, mi querido perro!, correrías atolondrado como siempre para saltarme encima, moviendo frenético tu cola al reconocerme, tirándome de bruces al piso, para después jugar los dos como en los viejos tiempos, y llevarte a pasear orgullosa por el barrio, ¡viejo y querido Brujo!.
¡Qué hermosa jugarreta cruzar el túnel del tiempo!, abrazando mis recuerdos...

Ricardo se acerca con la cámara, ¡yo que detesto posar!, nunca me consideré una mujer atractiva, yo diría, del montón. Allí quedó plasmada la fotografía de la casa en que viví y fui feliz.
Magdalena Sánchez de La-Puente-Clapp
(agradecimiento al tío Ricardo Frías por sus valiosos aportes a este cuento)

1 comentario:

  1. Gracias por los recuerdos de la bella y tierna dama que valoro porque enseñan. Al editor de esta página dos preguntas. No hay nada lindero de la Cervecería Quilmes a la quinta Edelweiss, demolida hace unos cincuenta años. Otra duda, que espero aclarar yo mismo, es por qué dice poética y conmovedoramente ante la vieja casa de la calle Patagones "soy yo, la misma Elena" y firma luego como Magdalena Sánchez de La Puente-Clapp.
    Gs por todo armandovidal.com

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